Las personas con las que se cruzaba parecían decirle miau.
La mirada de los niños reflejaban maullidos.
Cuando se acercaba, sus amigos maullaban sin cesar.
Todos los lugares y las circunstancias proferían miaus lancinantes.
De noche no soñaba más que miaus.
De día, cada sonido, pensamiento o acto de su vida se transformaba en un miau.
Él mismo se había convertido en un maullido."
*Fragmento de un cuento Zen
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