8.5.08

Bosques y palmas

Existen sitios invaluables: el pedazo de tierra donde cae la sombra de una higuera, un teatro, una mesa en La Biela, la casa de mis abuelos, un bosque virgen perdido entre grandes extensiones de cultivos de palma:
Detrás de las ramas de helechos y árboles muy viejos se ven las palmas africanas, creciendo hasta el horizonte.


No pretendo que se unan a la PAE, menos aún que se hagan vegetarianos (yo mismo ni lo pienso), o que salgan a rodar con un letrerito bobo que diga: un auto menos (tengo que escribir algo más, a propósito). Lo único que quisiera es que se pusieran a pensar un poco en el valor de las cosas: ¿vale la pena vender la vida de todo un bosque, sólo para producir más miseria y dependencia?

Quizás no vuelva a este sitio, quizás desparezca bajo litros de aceite, pero estoy seguro que jamás olvidaré su valor, ni el de mis amigos.

PD: Perdón si no sirven los links de las fotos pero mi interné anda temperamental...

5.5.08

La ciudad para armar

Un pana me dijo recién que me traumo con los libros, y sifff, razón tiene. Uno no puede librarse de sentir algo que ha pasado ya por la cabeza de otros, otros más grandes. Por eso a veces me sale mejor citar que intentar escribir algo:

Lo que nos salva a todos es una vida tácita que poco tiene que ver con lo cotidiano o lo astronómico, una influencia espesa que lucha contra la fácil dispersión en cualquier conformismo o cualquier rebeldía más o menos gregarios, una catarata de tortugas que no termina nunca de hacer pie porque desciende con un movimiento retardado que apenas guarda relación con nuestras identidades de foto tres cuartos sobre fondo blanco e impresión dígito pulgar derecho, la vida como algo ajeno pero que lo mismo hay que cuidar, el niño que le dejan a uno mientras la madre va a hacer una diligencia, la maceta con la begonia que regaremos dos veces por semana y por favor no me le eche más de un jarrito de agua, porque la pobre se me desmejora. Hay veces en que Marrast o Calac me miran como preguntándome qué hago ahí en vez de dejar libre el agujero que ocupo en el aire; a veces los miro yo, a veces es Tell o Juan y casi nunca Hélène pero una que otra vez también Hélène, y en esos casos las mirados devolvemos individual o colectivamente la mirada como queriendo saber hasta cuando van a seguir mirándonos así, y entonces fatalmente agradecemos que Feuille Morte, nunca mirada y menos mirante, nos indique ingenuamente la salida al recreo y a los juegos.
- Bisbis bisbis - dice Feuille Morte, contentísima de poder hablar.

62/Modelo para armar
Julio Cortázar

La cigarra


La versión original, no me gusta como la cortaron, pero la publicación vale la pena: Siete días.
Ojalá consiga el periódico, nomás... mala suerte.