5.5.08

La ciudad para armar

Un pana me dijo recién que me traumo con los libros, y sifff, razón tiene. Uno no puede librarse de sentir algo que ha pasado ya por la cabeza de otros, otros más grandes. Por eso a veces me sale mejor citar que intentar escribir algo:

Lo que nos salva a todos es una vida tácita que poco tiene que ver con lo cotidiano o lo astronómico, una influencia espesa que lucha contra la fácil dispersión en cualquier conformismo o cualquier rebeldía más o menos gregarios, una catarata de tortugas que no termina nunca de hacer pie porque desciende con un movimiento retardado que apenas guarda relación con nuestras identidades de foto tres cuartos sobre fondo blanco e impresión dígito pulgar derecho, la vida como algo ajeno pero que lo mismo hay que cuidar, el niño que le dejan a uno mientras la madre va a hacer una diligencia, la maceta con la begonia que regaremos dos veces por semana y por favor no me le eche más de un jarrito de agua, porque la pobre se me desmejora. Hay veces en que Marrast o Calac me miran como preguntándome qué hago ahí en vez de dejar libre el agujero que ocupo en el aire; a veces los miro yo, a veces es Tell o Juan y casi nunca Hélène pero una que otra vez también Hélène, y en esos casos las mirados devolvemos individual o colectivamente la mirada como queriendo saber hasta cuando van a seguir mirándonos así, y entonces fatalmente agradecemos que Feuille Morte, nunca mirada y menos mirante, nos indique ingenuamente la salida al recreo y a los juegos.
- Bisbis bisbis - dice Feuille Morte, contentísima de poder hablar.

62/Modelo para armar
Julio Cortázar

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